Monday, November 14, 2016

Radiografía de una pandilla: ¿Quién puede cambiar y quién no tiene cura?

Si bien el asesinato de Javier Canchi no ha sido el único que han cometido las pandillas este año, el grado de crueldad y la frialdad con la que actuaron los implicados en este caso remeció a miles de bolivianos que continúan preguntándose: ¿Cómo es que adolescentes de 15, 16 y 18 años pudieron planear y ejecutar un crimen tan atroz? ¿Qué pasa por sus mentes?

La psicóloga clínica del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) de Cochabamba, con maestría en Psicología Forense, Medicina Legal y Ciencias Policiales, Lorena Cox Mayorga, respondió a varias interrogantes al respecto.

P.- Desde la perspectiva de la psicología clínica y forense, ¿cómo se observa hoy el fenómeno de las pandillas?

R.- Es realmente alarmante la escalada delictiva en la que han estado incurriendo las pandillas. Generalmente, estos grupos son conformados con objetivos comunes como el de la búsqueda de identidad, de pertenencia, pues han crecido enfrentando una ausencia de sustento afectivo, emocional; muchas veces tienen necesidades económicas y estos aspectos en común son los que los unen. Pero, con el tiempo, y por varios factores, incurren en delitos menores como el hurto, el robo, las riñas, el destrozo de propiedades privadas. Y ahora están incurriendo en delitos mayores como el asesinato y el feminicidio. Se han reportado varios casos. Las pandillas tienen un objetivo transgresor, van en contra de la salud pública en ese afán de liderazgo social y de impactar en la población en la que viven.

Los integrantes de una pandilla vienen de familias desestructuradas y por lo tanto, no tienen control ni cuentan con la supervisión de sus padres. Tienen códigos de comunicación interna, una jerga para acordar los horarios, lugares y planes para transgredir las normas o delinquir. Es cierto que, en los últimos tiempos, la escalada delictiva de las pandillas ha ido en ascenso muy rápido. Ahora cometen atracos, violaciones y también matan.

P.- ¿Cuáles son las características de personalidad o personalidades que se desarrollan dentro de una pandilla?

R.- Hay que tomar en cuenta que las características de personalidad son variadas entre los integrantes de una misma pandilla, aunque se hayan unido por los mismos objetivos. Por ejemplo, cuando los jefes o líderes de grupo son evaluados psicológicamente ellos niegan que sean parte de una pandilla. No asumen la conformación grupal porque guardan celosamente sus códigos internos y símbolos para proteger a su grupo de investigaciones legales. Ellos desarrollan sus marcas. Por ejemplo, los graffitis en los cuerpos de sus víctimas o las lesiones por combustión o quema de sus “enemigos” pueden ser las marcas que “distingan” a su grupo de otros. Ellos hacen una especie de pacto para proteger esas marcas. Revelar esta información les significa un castigo más severo que perder la libertad.

Los líderes, jefes o guías de las pandillas son personas que desarrollan un grado alto de manipulación en su entorno. Conocen muy bien los territorios o escenarios que consideran suyos. Se aburren fácilmente y por ello intentan subir sus niveles de adrenalina cometiendo delitos cada vez más graves. También tienen un alto grado de insensibilidad. No sienten remordimientos por transgredir las normas. Pueden desarrollar características antisociales en su personalidad que favorecieron el liderazgo y han asumido en sus distintas esferas de relacionamiento un código de actuación infractora y un sentido propio de justicia al interior del grupo. Con este código y esta justicia “propia” atentan contra otras personas y grupos a través de la comisión de delitos. Buscan ser observados con el afán de impactar y tener reconocimiento social. Son tercos, malhumorados.

En cambio, quienes solo forman parte de la pandilla se someten fácilmente a la autoridad del líder. Ellos solapan y cubren la información. Y una característica en todos es el consumo masivo de sustancias legales e ilegales, que intensifican sus comportamientos impulsivos agresivos en relación a sus rivales. Sus adicciones los llevan a convertirse en microtraficantes de drogas.

P.- ¿Y cuál es el papel de las mujeres en las pandillas?

R.- Las mujeres han irrumpido en las pandillas y su papel dentro de estos grupos es el de la confabulación para asegurar un delito mayor. A ellas las mueve las reyertas, las frustraciones, la envidia, los celos. Tienen un grado de hipersensibilidad y dramatismo. Ellas pueden llegar a fingir que les afecta la muerte de una persona contra la que han confabulado. Tienen histeria, narcisismo y deseos de destacar, lo que coadyuva a la confabulación. Esto ocurre tanto en mujeres que son parte de una pandilla como en aquellas que no son integrantes, pero que se relacionan con estos grupos para confabular y buscar venganza.

P.- Muchos se preguntan si adolescentes que se atreven a quemar vivo a un ser humano tienen trastornos de personalidad serios como una psicopatía, por ejemplo...

R.- Por la edad que tienen todavía no se podría hablar de un trastorno de personalidad, pero sí son menores con responsabilidad penal. Recién se habla del desarrollo de trastornos cuando los jóvenes ya han alcanzado los 21 años o la edad adulta. Es decir, cuando tenemos desarrollo psicoevolutivo y emocional consolidado. En los casos de menores que cometen asesinatos y feminicidios con extrema crueldad, se puede hablar de rasgos o características de personalidad que pueden derivar o desarrollar un posterior trastorno.

P.- Si ya tienen rasgos o características de personalidad negativa ¿pueden ser rehabilitados? ¿Tienen cura con tratamientos?

R.- Tomando en cuenta que estas personas tienen diversas características de personalidad, y dificultades en el control de sus impulsos, lo que se sugiere para rescatar a los menores integrantes de pandilla es un sentido de reeducación de su conducta que les permita mejorar el pobre repertorio conductual que tienen para que comprendan las consecuencias ilícitas de sus acciones y puedan disminuir sus niveles de impulsividad y de violencia. Se necesita de una red de contención, de apoyo educativo, familiar y profesional, a través de centros de asistencia. Así como existen centros de ayuda para mujeres víctimas de violencia, también se debe invertir en centros para estos chicos. Ahora, en cuanto a los líderes de estos grupos es importante decir que la mayoría de ellos ya son mayores de edad. Ellos llevan una vida de parásito, son manipuladores, planifican los delitos, carecen de sensibilidad y de empatía. Lastimosamente, es difícil hablar de poder recuperar a estas personas, porque ya desarrollaron trastornos de personalidad y aplicar cierto tipo de estrategias con ellos, más bien les da herramientas con las que pueden seguir manipulando a su entorno para obtener beneficios propios. Generalmente desarrollan una personalidad antisocial, perversa. No hay forma de recuperarlos ni con tratamiento y la intervención puede ser contraproducente.

Las mujeres

que forman parte de las pandillas, o tienen nexos con ellas, ejercen un rol de “confabuladoras” para asegurar un delito mayor.

13 a 18

Años es el período en el que los adolescentes construyen su personalidad. Pueden mostrar rasgos o características antisociales, pero, no es hasta los 21 años cuando recién se puede afirmar que sufren de un trastorno de personalidad.

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